Los Warriors doman a LeBron y siguen a ritmo de récord: 28-1
Partido muy tenso en el que los Warriors se sobrepusieron a los problemas físicos de Stephen Curry. LeBron lo intentó pero no pudo, otra vez, con la defensa de Iguodala
Era uno de los partidos del año y se convirtió en una de las batallas del año. Decepcionó como espectáculo, seguramente. Desde luego no como pulso competitivo ni como avispero táctico y emocional. A la batidora navideña de la NBA le cayó la repetición de la última final y ganó el mismo que en junio, Golden State Warriors. Y lo hizo metiendo los puntos que suele meter en tres cuartos (89-83), con Harrison Barnes todavía ausente y con Stephen Curry muy renqueante por el golpe en el gemelo que se llevó ante Utah Jazz. Y lo hizo concediendo 17 rebotes de ataque, perdiendo cinco bolas más que su rival (16-11) y firmando un 27% en triples, sólo cinco anotados. Los mismos que tantas veces meten entre Curry y Thompson en tres o cuatro minutos. Esa es la cuestión:Golden State Warriors gana. Si juega bien, arrasa. Si le cuesta, sobrevive. Y está 28-1. Hay que detenerse, respirar y leerlo unas cuantas veces: 28-1…

Con Barnes a punto de regresar, y con él la versatilidad de los quintetos pequeños que nadie sabe cómo demonios frenar (especialmente el quinteto de la muerte: Curry, Thompson, Iguodala, Barnes y Green), se trata en el corto plazo de ver cómo evoluciona ese gemelo que mandó al vestuario a Curry en el segundo cuarto y congeló el partido. Los Warriors habían volado de salida (28-19 en el primer cuarto) pero se quedaron después muy quietos (9 puntos en 9 minutos del segundo: 37-40), como si no quisieran hacer ruido para no perderse cualquier sonido que llegara de ese vestuario: cualquier noticia. Curry volvió y jugó mermado, sin su movilidad habitual y sin su constante intensidad asertiva. Pero volvió, metió dos canastones decisivos yendo hacia el aro (hasta el 85-80) y terminó con 19 puntos, 7 rebotes y 7 asistencias. Muy mermado: un escándalo.
Iguodala vuelve a agotar a LeBron
Como en la pasada final, a Klay Thompson (al final 18 puntos y 6 rebotes) le costó mucho producir contra la maraña exterior de los Cavaliers. Así que el mejor fue Draymond Green. Y si hay una noticia es que no es noticia. 22 puntos, 15 rebotes, 7 asistencias, 2 tapones y una presencia integral en todo lo que sucede en pista. Una navaja suiza con mil recursos en ataque, una presencia defensiva implacable y una galvanización constante de las emociones de su equipo, que él sostiene o amplifica según necesidades del guión. El fue el héroe resonante de un partido que tuvo otro menos ruidoso: Livingston, 16 puntos con un 8/9 en tiros que llegaron en momentos cruciales, cuando el partido se revolvía como un perro que trataba de morderse su propia cola; Errores, defensas agotadoras, puntos sumados por agotamiento... Y hubo otro héroe más, claro: Iguodala. Otra vez (MVP de las últimas Finales) el antídoto contra LeBron James, que jugó un partido deficiente.
Porque los Cavaliers no se fueron nunca del partido y hasta convirtieron un 81-71 en un peligroso 81-77, tras dos mates y un tapón que amenazaron con arreglar la noche para un LeBron que, a continuación, falló 3 de sus siguientes 4 tiros libres y apenas raspó la red con un triple precipitado, ya con 85-81. LeBron sumó (25 puntos, 9 rebotes) pero también restó: sólo 2 asistencias por 4 pérdidas, un 10/26 en tiros con un 1/5 en triples (un problema endémico desde los últimos playoffs) y un 4/9 en tiros libres. Otra vez exprimido por Iguodala, que le niega sus mayores virtudes y le obliga a pensar, a buscar soluciones, a cambiar de planes. Le agota física y mentalmente. Con el Rey bajo control, no bastó con un Irving todavía en puesta a punto y con el trabajo de todo el equipo en defensa y en el rebote: 5/30 colectivo en triples, 4/8 para JR Smith y 1/22 para todos los demás, 0/11 entre Irving y un Kevin Love que (pese a 18 rebotes) salió trasquilado del duelo con Green y no fue lo que se supone que tiene que ser: un factor de desequilibrio en rol casi de especialista.
Los Cavaliers supieron convertir el partido en una batalla y supieron estar vivos hasta la línea de meta a pesar de un día negro en ataque ante un rival que cuando se pone, es tan duro y tan agresivo en defensa como cualquiera. Es una de las 100.000 razones por las que es campeón y por las que marcha 28-1 a base de mordiscos a la historia. El partido, sin apenas brillo, dejo claras esa y unas cuantas más. La principal, una que hace ya tiempo que dejó de ser un secreto a punto de ser revelado: Draymond Green.
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